
El fantasma de la ruptura atormenta al peronismo otra vez, luego de la ola violeta que pasó por todo el país el último domingo y que se convirtió en el punto final de la tregua que lograron hacer en la provincia de Buenos Aires los tres sectores más influyentes: el kicillofismo, el massismo y el cristinismo. Todo volvió a foja cero.
La posibilidad de una fractura expuesta de Fuerza Patria sobrevuela los distintos campamentos luego de las elecciones. No solo por la derrota en la mayor parte del país, sino también por la sensación instalada de que el ciclo del kirchnerismo como protagonista principal de la vida del peronismo ha llegado a su fin irremediablemente.
En ese cruce permanente de acusaciones, quejas, reflexiones y proyecciones, existe una diferencia sustancial entre el kicillofismo y el cristinismo. En La Plata consideran que la relación “está rota”, pero advierten que la convivencia con los dirigentes ultra K seguirá, ya que no quieren someterse al desgaste de dar señales más contundentes de ruptura, como desplazar a los cuatro ministros camporistas que están en el gabinete bonaerense.
“Los ministros no obturan la gestión. ¿Para qué vamos a hacer semejante movimiento político, si ellos ya rompieron? Una nueva muestra de eso fue que esperaron la derrota del domingo para salir a responsabilizarnos. El desdoblamiento salió bien, solo ellos no lo quieren ver», se quejó un funcionario de extrema confianza de Kicillof.

En el kicillofismo entienden que la ruptura del peronismo bonaerense está consumada desde hace tiempo. Se remontan al momento en que Cristina Kirchner habilitó a los jefes de bloque de las bancadas peronistas en la Legislatura a que presenten un proyecto de ley en contra del desdoblamiento electoral que quería ejecutar el Gobernador.
Después recuerdan el mensaje público de CFK, cuando planteó que esperaba no equivocarse, pero advirtió que el desdoblamiento era un error. Fue el día que decidió dar marcha atrás en la disputa por el momento de la elección y dio la orden de retirar el mismo proyecto que había presentado para frenar la decisión de Kicillof.
A esa acción marcada a fuego en el calendario kicillofista se suman varios momentos de la historia reciente que expusieron el quiebre de la relación. Algunos con Máximo Kirchner como protagonista, como cuando encabezó un acto en el club Atenas y La Cámpora le dedicó una canción a Kicillof o, más cerca en el tiempo, cuando cuestionó al Gobernador de su misma fuerza política en el medio de la campaña electoral.
“Está todo roto. Nadie quiere ocultar nada. Cristina fue a romper todos los PJ del país para imponer lo que quería y ahora no tiene apoyo. Así como estamos, no ganamos una elección nunca más. Con o sin Axel como candidato a presidente. Eso no importa”, fue una de las sentencias más duras que salió del esquema kicillofista que está concentrado en La Plata.

En el cristinismo aceptan las divisiones y las tensiones, pero no dan por rota la coalición. “Buscar romper cuando enfrente hay una fuerza nacional que tiene futuros gobernadores en varias provincias del país, no tiene ninguna lógica. Esa fuerza no existía hasta hoy. Pero el escenario cambió. Si hacen política sin ver ese armado nacional, le están errando”, indicó un cristinista puro, con llegada directa a la ex presidenta.
En el sector de CFK aseguran que “hay que dejar de pensar en las fricciones de las diferentes bandas que tiene el peronismo” y en “quién va a ser el próximo candidato”, porque lo más trascendente es “construir un proyecto que le hable a la gente de las cosas que le interesan y que le preocupan”. La ruptura no es una opción.
En el Movimiento Derecho al Futuro (MDF) hay un sector que le pide a Kicillof que ejecute una ruptura más contundente, que sirva de señal para el resto del peronismo, alejado de CFK, y para el electorado. Pero el Gobernador no está parado sobre una dinamita que le interese hacer explotar. Lleva adelante un camino más largo, de construcción de poder más lenta pero continúa. El plan de acción está asentado sobre la idea de diferenciación respecto a la conducción de la ex jefa de Estado.
En el corazón del kicillofismo celebran que durante el extenso proceso electoral, lograron uno de los grandes objetivos trazados: tener autonomía de la decisión de Cristina Kirchner. El Gobernador la enfrentó, negoció con dientes apretados y varios días de silencio. Desdobló, puso sus candidatos en la cabeza de las boletas seccionales y le discutió poder en la toma de decisiones. Kicillof quiere llegar a ser candidato a presidente sin tener que perdile permiso a la ex Jefa de Estado.

En el camporismo ya no hay nadie que quiera realmente a Kicillof. Salvo sus amigos de la secundaria o la facultad, con los que tiene diferencias de criterio político en este momento de conflictividad creciente, pero los sigue uniendo una relación personal. El resto, pasó de llamarlo “Axel” a decirle “el Gobernador”. Sutilezas en el medio de un mar de diferencias.
CFK sigue considerando que el mandatario bonaerense se equivocó y que, en gran medida, el desdoblamiento fue determinante para la derrota electoral. Los pases de factura permanentes sobre la estrategia electoral no terminan porque, en definitiva, esconden las diferencias de fondo sobre la disputa de un liderazgo. Ningún político quiere perder poder. Está en su esencia. Pero, tarde o temprano, ese momento llega. Y le puede tocar a cualquiera de los dos involucrados en la disputa.
La incomodidad es cada vez mayor en los lazos que unen al peronismo de la provincia de Buenos Aires. Algunos dirigentes consideran que mantener en el tiempo la convivencia de un matrimonio separado será perjudicial para toda la alianza. Cuando empiece a girar la peloto en la Legislatura se esclarecerá el lugar dónde está parado cada uno. El Presupuesto será el tema clave.
 
 
