La conmovedora historia de Andy Murray: de una masacre escolar que marcó su infancia a convertirse en una gloria del tenis

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Andy Murray es uno de los mejores tenistas del siglo 21 (Reuters)

El 15 de mayo Andy Murray celebra 38 años, reflejando una vida marcada por retos y triunfos. Desde su niñez en Dunblane, Escocia, una experiencia traumática lo impulsó a enfrentar la vida con determinación, forjando un camino que lo situó en la cima del tenis global. Su historia es un testimonio de resiliencia y fortaleza, trascendiendo más allá del deporte para convertirse en un símbolo de superación personal.

Este talentoso tenista, que se ha consolidado como uno de los mejores del siglo XXI, sobrevivió a la masacre de 1996 que dejó una profunda huella en su ciudad natal y en su corazón.

Aquella fatídica mañana, un suceso de violencia interrumpió la tranquilidad del lugar, segando la vida de dieciséis niños y un profesor.

Murray, entonces de 9 años, logró sobrevivir, junto a su hermano Jamie, a un ataque que definiría no solo su trayectoria personal, sino también su enfoque hacia el futuro y su forma de enfrentar cada desafío en la pista y fuera de ella.

Tenía nueve años cuando se desató el ataque en su escuela primaria (@andymurray)

En la mañana del 13 de marzo de 1996, el pueblo escocés de Dunblane se envolvía en su habitual manto de tranquilidad.

A la mañana, Dunblane Primary School bullía de actividad. Los niños se organizaban en filas para comenzar sus clases de ejercicios en el gimnasio de la escuela.

Entre ellos estaban Andy y su hermano Jamie, que eran inseparables y compartían no solo sus días en la escuela, sino también aficiones y tiempo en los clubes juveniles locales. Aquella mañana, se preparaban para dirigirse al mismo gimnasio, donde, minutos después, sus vidas cambiarían para siempre.

Thomas Hamilton, un exlíder de un club juvenil conocido por muchos en la comunidad, ingresó al gimnasio armado con cuatro pistolas y 700 cartuchos de munición. Lo que siguió fue una ráfaga de violencia indescriptible que cobró la vida de dieciséis niños y su maestro.

Los hermanos Murray, aturdidos y confundidos, fueron salvados del horror inminente gracias a una intervención oportuna que los dirigió a la seguridad relativa de la oficina del director, donde se refugiaron debajo de un escritorio.

La madre, Judy Murray, trabajaba en una tienda cuando supo que algo no estaba bien (Reuters)

La madre de Andy, Judy Murray, se encontraba trabajando en la tienda de juguetes familiar cuando un oscuro presagio la impulsó a actuar.

En una entrevista con ESPN, Judy recordó el pánico que la golpeó cuando se enteró de que algo andaba terriblemente mal en la escuela de sus hijos.

Al llegar, se unió a un grupo de padres en el portón del colegio, quietos por el shock y el miedo, esperando noticias en un silencio atronador.

Dentro de las paredes de la escuela, los profesores y el personal hicieron un esfuerzo heroico por proteger a los chicos.

Al enterarse del tiroteo, condujo entre el tráfico desesperado de padres rumbo a la escuela (Reuters)

“Los niños eran guiados a las oficinas del director y del subdirector, donde se les indicó que se sentaran debajo de las ventanas, cantando canciones para distraerse de lo que estaba ocurriendo”, explicó Judy a Radio Times.

La habilidad de esos adultos para mantener la calma en medio del caos fue una demostración de coraje y amor por los niños que cuidaban.

“Estábamos apiñados tanto que compartía una silla con una mujer que conocía desde mi infancia. Cuando un policía llamó a los padres de una clase a seguirlo, ella susurró: ‘Esa es la clase de mi hija’”, recordaba con voz entrecortada a Radio Times, hace unos años.

Son instantes como estos los que definieron el carácter de una comunidad que se levantó a pesar de la adversidad.

Para Andy Murray, la experiencia marcó un punto de inflexión en su vida. A pesar del trauma, su prodigioso talento para el tenis le proporcionó un escape, un santuario donde su sufrimiento interior encontró una salida constructiva.

Durante años evitó hablar públicamente sobre lo ocurrido (Grosby)

Andy admitió en su autobiografía Hitting Back, que aunque su memoria de aquel día es fragmentaria, las “impresiones parcheadas” que quedaron giraban en torno a las canciones que cantaban durante el encierro en el aula.

Se abstuvo de profundizar en el tema por muchos años, señalando que el peso de comprender lo sucedido era demasiado grande para su joven mente.

El tiempo mitigó el dolor a medida que Dunblane encontraba formas de sanar. La estricta legislación británica sobre control de armas implementada tras la masacre es un testimonio del poder del cambio a partir del sufrimiento colectivo.

Andy, ex número 1 del mundo, quien pudo superar el trauma, logró ganar 46 títulos, entre ellos dos Wimbledon y un US Open. El deportista se convirtió en un símbolo de resiliencia dentro y fuera de las canchas.

Andy Murray ganó Wimbledon en dos oportunidades, en 2013 y 2016 (Reuters)

Su triunfo en 2013 fue más que una victoria personal; se trató de un momento de redención para una comunidad que había perdido tanto. “Es agradable poder hacer algo que enorgullezca a la ciudad”, comentó, reflejando su profundo vínculo con sus raíces.

La voz de Andy Murray es clave y resuena como la de alguien que, habiendo sufrido en carne propia las consecuencias del odio, aboga por un cambio sustancial. Hoy, en su cumpleaños número 38, no solo celebra su vida, sino la posibilidad que le dio su talento deportivo para lograr construir.

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