A 35 años de Italia 90: entre errores propios y patadas ajenas, la inesperada derrota de Argentina con Camerún en el debut

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Había llegado el día. Ya no existía más tiempo para las pruebas. Era la hora de la verdad. El campeón salía a escena para comenzar la defensa del título, tan brillantemente logrado en México cuatro años atrás. El famoso 8 de junio de 1990, que tanto se encargaron de promocionar los italianos, bajo el pomposo slogan de “El mundial de la era moderna”, estaba levantando el telón.

Argentina en Italia ’90. Demasiadas historias para apenas un mes y siete partidos. Un debut frustrante, el abismo cercano de una temprana eliminación, la supervivencia, el ingreso a la segunda fase como uno de los mejores terceros. Luego la hazaña ante Brasil, las manos de Goyco contra yugoslavos e italianos, para recién caer en la final ante Alemania.

¿Cómo llegó la Selección a la copa del mundo? Con muchas más dudas que certezas, entre lesionados y jugadores que estaban lejos de su nivel. El lapso entre los dos mundiales fue regular, con escasas muestras de buen fútbol. Los números son concluyentes. Disputó 30 partidos. Apenas ganó 6, empató 12 y perdió la misma cantidad. Marcó 24 goles y recibió 34. Entre julio del ’89 y marzo del ’90 estuvo 7 encuentros sin poder convertir…

En ese período, Carlos Bilardo utilizó 50 futbolistas. De ellos, 30 fueron debutantes. El doctor siempre dijo que lo más difícil fue poder trabajar con jugadores que, apenas mostraban condiciones, eran vendidos al exterior. Por eso fue armando un rompecabezas y viajando por el mundo, para ir inculcando o refrescando conceptos, a su estilo. Como cuando practicaba solo con Burruchaga en Francia, pidiéndole que tirara los centro a un punto determinado del área, porque por ahí iba a ingresar Ruggeri. Al otro día, estaba en España y repetía el ejercicio, pero en forma inversa con el Cabezón. Una locura 100% bilardeana.

El panorama no se presentaba alentador. La falta de gol era, quizás, el ítem más preocupante. El Narigón había probado con los más variados delanteros, pero ninguno lo terminaba de conformar. Estaba claro que el mejor era Claudio Caniggia, pero increíblemente estuvo cerca de quedar afuera de la lista, porque para el DT no estaba listo para rendir en la máxima competencia.

En medio de las dudas y la falta de respuesta (y goles) en los metros finales, fue en busca de Jorge Valdano. Se lo propuso en la Copa América del ’89, cuando el ex campeón del mundo ya llevaba más de una temporada retirado y se dedicaba al periodismo y en esa condición viajó a la cobertura en Brasil. Se puso a las órdenes del DT y realizó un gran trabajo, llegando a disputar un par de amistosos. Sobre el cierre de la lista de buena fe, a dos semanas del inicio del Mundial, Bilardo lo desafectó. Fue allí donde el delantero dejó una frase que, en el mundo del fútbol, solo le podía pertenecer a él: “Después de nadar seis meses, fui a morir en la orilla”.

Las corridas de Caniggia, el único argumento de la Selección en aquel partido

En su lugar ingresó Gabriel Calderón, cuyos inicios habían sido como atacante, pero estaba reconvertido en mediocampista. Así se cerró la lista de 22 futbolistas, que generó un gran inconformismo en el público, tanto por las ausencias, como por algunas presencias. En la recta final, muchos padecieron de incertidumbre. Uno de ellos fue Pedro Troglio que vivió una situación increíble: “Yo estaba jugando en Lazio y Bilardo andaba por Roma. Vino a mi casa ver una final entre Milan y Steaua de Bucarest. Cuando llegó, bajé a abrirle y lo primero que me dijo fue que había que hacer desaparecer un cactus, que medía como dos metros, ubicado al lado de la casa del encargado del condominio, porque para él traía mala suerte. Subimos para mirar el partido y cada diez minutos me decía lo del cactus. Cuando se estaba yendo, me comentó que pensaba volver en unas semanas y esperaba no ver esa planta ahí. A las tres de la mañana, junto a mi hermano, que vivía conmigo, bajamos y lo cortamos. Lo metimos en una caja y salimos con el auto, hasta dejarlo al costado de la ruta. Él te metía esas cosas en la cabeza. Lo peor, es que nunca volvió a mi casa (risas)”.

A falta de una semana, la concentración en la ciudad de Trigoria tenía similitudes con una enfermería. El doctor Madero y el profesor Echavarría trabajaban horas extras para recuperar a Ruggeri, Burruchaga y Giusti, entre otros. Como si eso no fuese suficiente, se habían encendido las alarmas por Maradona. Tenía inflamado el dedo gordo de su pie derecho y eso no le permitía entrenar con normalidad. Un ladrillo más en la pared del insomnio del Narigón. Tras algunos intentos, como entrenarse con un botín un número más grande, Madero se decidió por una moderna férula de fibra de carbono, confeccionada especialmente en Roma.

A pocas horas del debut con Camerún, Bilardo declaraba pintando el panorama: “Estamos un 30% menos que en México. En la parte física por las continuas lesiones y en la parte táctica, por la imposibilidad de disponer del tiempo necesario para buscar variantes, porque todo el mundo copió nuestro esquema del ’86. Al no poder probar con Balbo, Caniggia y Dezotti como laterales volantes, me incliné por las formaciones empleadas en los últimos amistosos”. El Narigón dejaba claro que era cierta esa idea de utilizar los delanteros como laterales volantes, aunque no la había concretado. Y por suerte que no fue así, sino ¿quién hubiese jugado de punta?

El miércoles 6 se realizó la última práctica, que culminó con un intenso picado. Allí Bilardo reunió a los 22. El monólogo duró apenas 30 segundos, los que le tomó informales los once titulares para el debut. Los periodistas presentes infirieron alguna novedad, porque Caniggia salió corriendo hacia el vestuario, mientras Diego se separaba del grupo, maldiciendo al aire. El motivo era la confirmación de la no titularidad de Cani.

Pedro Troglio compartía la habitación con él y tiene una teoría: “Llevábamos muchos días concentrados en tiempos sin celulares ni computadores. Solo teníamos un Nintendo con los primeros juegos electrónicos. Una noche, eran como las dos de la madrugada y estábamos jugado porque no nos podíamos dormir. De pronto, ingresó Bilardo y tiré el joystick al lado de la cama, mientras Cani seguía mirando la pantalla como si nada (risas). Carlos se fue y volvió con Pumpido, por el tema de los testigos, como era su costumbre. Enseguida dijo: ‘Mirá estos tipos, apenas a tres días de empezar la Copa del Mundo, dale que dale con los jueguitos’. Y arrancó con toda la catarata de recriminaciones. Al día siguiente fue la práctica, donde nos sacó del equipo titular, ingresando en nuestros lugares Néstor Lorenzo y Abel Balbo. El Narigón siempre dijo que no fue por eso, pero seguro que algo tuvo que ver”.

Diego, rodeado de camisetas de Camerún. El 10 no llegó bien desde lo físico a la Copa del Mundo de Italia

Y así nos preparamos todos para el anhelado 8 de junio de 1990. Fue un viernes al mediodía. El estadio Giuseppe Meazza mostró un gran esplendor, con una particular fiesta inaugural, donde se destacó el desfile de modelos y la interpretación en vivo, por parte de Edoardo Bennato y Gianna Nannini, de la mejor canción de todos los tiempos en la historia de las Copa del Mundo. Sin grandes previas en pantalla, como sería la tendencia en los años posteriores. El tema de los derechos de TV fue muy complejo hasta los meses previos. En 1988 los había adquirido, para nuestro país, Héctor Ricardo García, dueño del diario Crónica y, por entonces, la cabeza visible del renovado canal 2, rebautizado Teledos. Pagó la primera cuota, pero a los pocos meses, dejó su cargo en esa emisora por problemas legales. La OTI, titular de los derechos para todo el mundo, consultó tiempo después, por las dos cuotas restantes. Finalmente fue el estado nacional quien se hizo cargo y el Mundial completo se vio por un solo canal: ATC.

Argentina salió a la cancha con su módulo táctico inamovible (3-5-2), que tantas satisfacciones le había dado cuatro años antes: Nery Pumpido; Oscar Ruggeri, Juan Simón, Néstor Fabbri; Néstor Lorenzo, José Basualdo, Sergio Batista, Jorge Burruchaga, Roberto Sensini; Diego Maradona y Abel Balbo. Enfrente un equipo que también se movía con líbero, stoppers y muchos volantes. A imagen y semejanza. Al principio, pareció respetar al campeón mundial, pero enseguida detectó por donde atacarlo. La zona débil albiceleste era el costado derecho, con Ruggeri al 50% por la pubalgia y Lorenzo sin encontrar nunca la función de lateral volante.

Hubo apenas dos chances: una magnífica habilitación de Diego a Balbo, que el delantero no supo resolver y una aparición de Ruggeri, sin marca, pero concluida con un cabezazo defectuoso. Camerún también tuvo la suya, con una potente entrada de Makananky, quien tocó por el costado de Pumpido y Fabbri envió el córner en el último esfuerzo. A los 23, Ndip se ganó la amarilla, de manera insólita, porque debió ser roja, al aplicarle un planchazo en el pecho a Maradona.

Ndip ensaya una patada contra Maradona más acorde con las artes marciales que con el fútbol. Solo fue amonestado

Hasta el menos futbolero sabía que la solución para semejante anemia ofensiva estaba en el banco y se llamaba Claudio Paul Caniggia. Al regresar del entretiempo, ingresó por Ruggeri, pasando Lorenzo como stopper y Basualdo al lateral. Cani fue incontenible para los rústicos defensores africanos que le tiraron patadas en todos los idiomas. Y tras una de ellas, a los 61 minutos, llegó la tarjeta roja para Kaná-Biyik, que no dudó en derribarlo desde atrás.

Era la gran oportunidad. El rival se quedaba con 10 hombres y era el momento de sacar la chapa e ir en busca de la victoria. Pero fue todo en contrario. Pocos minutos más tarde, Néstor Lorenzo cometió una evitable falta sobre el costado derecho de la defensa. El centro cayó entre el punto penal y la línea del área chica. El desenlace nos lo contó Roberto Sensini: “Fue un gol raro, porque la pelota se elevó y a mí me agarró queriendo ir para atrás para saltar, Omam Biyik venía en carrera y se elevó hasta pegarme en el hombro con su rodilla. Él no cabeceó bien, la pelota salió con un efecto extraño y fue gol”.

El estupendo salto de Omam Biyik para convertir el único gol del partido ante la sorpresa de Sensini, Simón y Lorenzo

Fue un salto estupendo, con un golpe de cabeza de pique al piso que aparentaba no llevar mayores peligros. El resto lo hizo la floja respuesta de Pumpido, a quien la pelota se le escurrió de manera increíble. Quedaban más de 20 minutos, pero Argentina era un grupo de futbolistas desordenados en lo táctico y con escasas respuestas desde el plano anímico. Algunos por lesiones y otros por el peso indudable de la responsabilidad de debutar en un Mundial. La única esperanza eran las corridas de Caniggia, quien sobre el final hizo expulsar a otro adversario, Benjamín Massing, que lo cruzó con tanta violencia que hasta perdió el botín.

El instante final del juego fue una postal. El árbitro pitó en el círculo central, los cameruneses saltaron de alegría, como no pudiendo creer la hazaña que acaban de concretar y la pelota fue a los pies de Diego Maradona, que la reventó hacia el cielo lleno de impotencia. Ese fue el sentimiento que nos ganó a todos. La ilusión acunada durante cuatro años, parecía derrumbarse en 90 minutos.

El vestuario argentino fue ganado por el silencio. Un Bilardo abatido enfrentó a la prensa con el dolor colgado en cada facción y poca autocrítica, aunque luego se supo que ella fue puertas para adentro: “Nos desordenamos, pero igual tuvimos situaciones de gol. El problema fue que no la metimos. Me dicen que poblé la cancha de mediocampistas, pero Argentina tiene esta forma de jugar y así ganamos en México. Lo que pasó es que algunos muchachos no han tenido tiempo de trabajarla. Con el caso puntual de Caniggia, ahora es fácil hablar. Yo tenía pensada otra cosa que no salió. Después entró y anduvo un fenómeno. No tengo dudas que esta es la peor derrota de mi vida”.

Bilardo lo dijo aquel día y lo repitió varias veces después: la derrota con Camerún fue la peor de su vida

Aquella soleada pero fría tarde del viernes 8 de junio del ’90 se pobló de desánimo en nuestro país. Quedamos desmoralizados frente al televisor o la radio y comenzamos a hacer las cuentas. Al día siguiente, el que se suponía era el gran rival de la zona, Unión Soviética, enfrentaría a Rumania y luego, el miércoles 13, sería el segundo escollo de la selección nacional.

Había comenzado la panacea del futbolero, que es el arranque de un Mundial, con partidos todos los días y en distintos horarios. El devenir de la competencia iba a demostrar que Argentina podía remontar la situación y que la victoria de Camerún, no fue obra de la casualidad, porque sería la revelación del torneo. Había que seguir adelante. Sin alegría, con una mueca de fastidio, pero con la ilusión latente de tener al equipo campeón del mundo y al mejor jugador del planeta.

Próximo episodio: Unión Soviética

Fecha: 13 de junio

Locación: Estadio San Paolo de Nápoles

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