Los secretos del Cónclave: por qué la quinta ronda de votación puede ser definitoria y qué es la rendición táctica

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Un grupo de 135 cardenales menores de ochenta años se encerrará en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor de Francisco (AP)

La muerte de Francisco abrió un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia Católica. El 7 de mayo, 135 cardenales menores de ochenta años se encerrarán en la Capilla Sixtina para elegir a su sucesor.

Este ritual milenario, cargado de simbolismo y de protocolos estrictos, sigue siendo un momento de profunda introspección para la Iglesia, pero también un ejercicio de estrategia humana donde cada voto cuenta y cada movimiento es decisivo.

En este contexto, los primeros escrutinios impares adquieren un peso crucial.

Escrutinios impares y sus claves

El proceso de elección papal se basa en votaciones sucesivas, denominadas escrutinios, realizadas en secreto absoluto dentro de la Capilla Sixtina. Cada cardenal votante escribe en una papeleta el nombre del candidato que considera más adecuado, realizando un juramento de conciencia ante Dios.

La elección del nuevo Pontífice se realizará bajo estrictas reglas de secreto y aislamiento (Reuters)

Según explica en su columna del Corriere Della Sera el historiador Alberto Mellon, dentro de este esquema, los escrutinios impares, especialmente el primero, el tercero y el quinto, son momentos estratégicos esenciales:

En el primer escrutinio cada cardenal expresa su prioridad fundamental. No importa tanto el número de votos, sino identificar si existe un consenso inicial o si los “favoritos” percibidos realmente cuentan con respaldo real.

Es el momento donde se revelan las primeras fuerzas y debilidades. En 2013, por ejemplo, Bergoglio partía con 12 votos.

La primera votación también permite identificar a aquellos candidatos que sobreestimaron sus propios apoyos. “Quien no sabe distinguir entre cardenales sinceros e insinceros pierde rápidamente toda su fuerza”, afirma el historiador Alberto Melloni a Corriere Della Sera, recordando el caso del cardenal Angelo Scola en el Conclave de 2013​.

Angelo Scola fue uno de los favoritos en 2013, pero su candidatura se diluyó al no captar apoyos sólidos (AFP)

Al llegar al tercer escrutinio, que se realiza habitualmente en la mañana siguiente, el proceso entra en una fase crucial. Aquí, una parte de los cardenales que en la primera jornada votaron conforme a su prioridad inicial, optan ahora por un segundo nombre de referencia.

Este movimiento puede consolidar la fuerza de una minoría que, si alcanza un tercio de los votos, se convierte en un bloque capaz de obstaculizar cualquier intento de elección por parte de un candidato mayoritario​.

El quinto escrutinio, que suele tener lugar en la segunda noche del Conclave, puede marcar el desenlace del proceso.

Si un candidato logra aproximarse a los dos tercios necesarios, el colegio cardenalicio tiende a cerrar filas para evitar dar una imagen de división ante el mundo. Si no ocurre, el proceso se reinicia al día siguiente, descartando a los nombres más votados y abriendo el camino a opciones menos visibles.

Quinta votación: el momento de la decisión

En la dinámica del cónclave, el quinto escrutinio representa un punto de inflexión crítico. Hasta ese momento, los cardenales han tenido la oportunidad de medir apoyos reales, formar bloques de poder y evaluar la solidez de las candidaturas.

La estrategia silenciosa entre bloques de cardenales definirá quién conducirá la Iglesia en esta nueva etapa (AFP)

Llegar a la quinta votación sin un nombre que concite un respaldo mayoritario genera inquietud dentro del colegio cardenalicio.

La historia reciente muestra que, en muchos cónclaves, si para ese momento un candidato no alcanza un consenso amplio, las divisiones tienden a profundizarse.

Esto puede alargar el proceso, lo que la Iglesia trata de evitar para no exponer sus fracturas internas ante el mundo.

Cuando un candidato se acerca a los dos tercios requeridos, 90 votos en el actual cónclave de 135 electores, suele producirse una rendición táctica: los cardenales que dudaban prefieren sumarse a la mayoría para garantizar la estabilidad institucional y proteger la imagen de unidad de la Iglesia.

Según el análisis del historiador Melloni al diario italiano Corrierre Della Sera, este quinto escrutinio puede marcar el cierre definitivo del proceso, ya sea por una convicción genuina de los cardenales o por el temor a que un cónclave prolongado exponga una Iglesia dividida, un mensaje que quieren evitar a toda costa.

El cónclave de 2025 llega en un momento de alta expectativa mundial tras el funeral de Francisco, celebrado el pasado sábado en una ceremonia solemne que reunió a líderes religiosos y políticos de todo el mundo.

La despedida de Francisco reunió en Roma a líderes políticos y religiosos de todo el mundo (Reuters)

Un total de 135 cardenales electores, todos menores de 80 años y provenientes de distintos continentes, participarán en la elección del nuevo Pontífice.

La cifra es una de las más altas de la historia reciente, lo que añade un nivel extra de complejidad al proceso de consenso.

La presión es grande: no solo deben encontrar a un líder espiritual capaz de guiar a 1.400 millones de católicos, sino también a alguien que pueda enfrentar los desafíos internos y externos de una Iglesia en transformación.

El funeral de Francisco, ampliamente cubierto por medios internacionales, dejó una imagen de unidad que el cónclave buscará mantener en su elección.

El funeral de Francisco dejó una imagen de unidad que la Iglesia busca proteger en la próxima elección (Reuters)

De la injerencia política al secreto absoluto

En los primeros tiempos del cristianismo, los Papas eran elegidos de manera informal, muchas veces en contextos de persecución y martirio, como ocurrió con San Pedro y sus inmediatos sucesores, Lino, Cleto, Clemente y Sixto.

Consolidada la Iglesia en el seno del Imperio Romano, la elección papal adquirió una estructura más definida. El clero romano, y en algunos casos el pueblo, participaban en el proceso, aunque las casas reales europeas comenzaron a ejercer presiones directas, buscando influir en la designación del nuevo Pontífice.

Fue esta constante interferencia política la que llevó, en el siglo XIII, a la creación oficial del cónclave como procedimiento de elección.

Su nombre proviene del latín cum clave (“con llave”), en referencia al encierro estricto de los cardenales para evitar presiones externas.

La complejidad de alcanzar los dos tercios necesarios refleja las tensiones latentes dentro de la curia romana (EFE)

A lo largo de los siglos, las reglas del cónclave se perfeccionaron. Entre las reformas recientes más relevantes destacan las impulsadas por Benedicto XVI, quien introdujo mecanismos como el ballottaggio (segunda vuelta) entre los dos candidatos más votados si se llegaba a la 34ª votación sin acuerdo.

Las reglas actuales de la elección fueron moldeadas en parte por decisiones tomadas durante el pontificado de Benedicto XVI (AP Foto/Andrew Medichini, Archivo)

Hoy en día, la elección papal se celebra bajo normas severas de aislamiento. Los cardenales viven en Santa Marta, se trasladan a la Capilla Sixtina para votar, y no pueden usar teléfonos ni otros dispositivos. Incluso se instalan inhibidores de frecuencia para impedir cualquier forma de comunicación externa.

Durante el proceso, los cardenales residirán en Santa Marta, bajo vigilancia estricta y sin contacto exterior

Este entramado de tradición, fe y secreto busca preservar la pureza de uno de los momentos más decisivos para la vida de la Iglesia Católica.

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