Elección bonaerense: excitación política, temor al desinterés social y prueba central para Milei

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Javier Milei, en le cierre de campaña bonaerense

La provincia de Buenos Aires va a las urnas este domingo y lo hará con estreno: por primera vez, son comicios desenganchados de la competencia nacional. El peso propio del distrito -más de un tercio de los votantes de todo el país- y los intereses cruzados de los principales espacios políticos proyectan una prueba original, extraña, porque de hecho son ocho peleas -una en cada sección electoral-, con recuento para provincializar los resultados y nacionalizar la lectura. Las encuestas que circulan en estas horas agregan datos para la excitación política pero no despejan el interrogante sobre el interés social, es decir, el nivel de participación. Una extraña combinación, expuesta en deslucida y tensa campaña.

Javier Milei enfrenta una prueba planteada desde el kilómetro cero como crucial, sin esperar a octubre. Llega a este turno en un momento sensible, afectado por el impacto del caso Spagnuolo y sus estribaciones, y al final de otra semana con derrotas en el Congreso. Esta vez fue en el Senado, que expuso al oficialismo en soledad, algo insólito por el nivel de aislamiento, provocado por su propio juego. La prueba, por eso mismo, no se limita al domingo bonaerense. Es gravitante la batalla con el kirchnerismo, pero también el ejercicio de poder en sentido amplio, incluida la capacidad y voluntad de negociación, algo que no pasa inadvertido en el frente económico. No sólo se trata de “riego kuka”.

En la otra vereda, el peronismo/kirchnerismo no logra disimular su crisis, con eje en el propio núcleo de CFK y heridas a la vista en la disputa entre Axel Kicillof y Máximo Kirchner. El temor al camino seguro hacia el abismo evitó de momento la fractura. Fue determinante la presión de los que juegan su poder territorial. Además de senadores o diputados bonaerenses, se eligen concejales. Y los intendentes apuestan a mantener el control en los concejos deliberantes –virtual seguro de vida político en la tradición provincial– y asegurarse algún peso en la Legislatura, para la negociación con el gobierno. Todo, sin contar con el costado oscuro de ese entramado.

Es un interrogante adicional qué margen queda para terceras propuestas, fragmentadas aunque con intentos locales de interés en algunas secciones electorales, sobre todo fuera del GBA. Es difícil valorar resultados como si se tratara de un sello de alcance provincial, porque llevan distinta marca según el distrito. Se verá cómo quedan parados esos espacios en un contexto de campaña girada a la polarización por parte de LLA , con la suma del PRO, y el PJ/K.

Eso último nutre también el interrogante sobre los niveles de participación ciudadana en la elección de este domingo. Resulta llamativo al menos por dos razones. La primera está relacionada directamente con las dudas entre mileístas y kirchneristas sobre el efecto de la polarización como elemento para despertar interés. Y en segundo lugar, asoma la convocatoria a participar, a votar. Fue un dato en común de campaña en los dos principales espacios políticos. El cortinado de fondo está tejido por la mayoría de las anteriores elecciones provinciales desenganchas, que mostraron retrocesos en el registro de cantidad de votantes.

Axel Kicillof, eje de la campaña del peronismo bonaerense

Existen otros síntomas que alimentaron la inquietud sobre la baja atracción de estas elecciones, además de una campaña deslucida queapenas tuvo impacto por alguna frase ante la tribuna y sobresalió por su costado negativo: hechos de violencia, provocaciones, bajezas en las redes sociales, operaciones. El interrogante se extendió a los consultores. Dicen que, en general, advirtieron cifras significativas de rechazo o desinterés por atender encuestas. La no respuesta, por supuesto, admite diversas explicaciones, desde posiciones encontradas sobre metodologías y sistemas técnicos, hasta consideraciones acerca de cierta fatiga social.

Si esto ocurriera así en la provincia de Buenos Aires, reforzaría la tendencia de buena parte de los comicios provinciales que se fueron sucediendo desde abril. Votaron de manera anticipada nueve distritos. Se anotaron en la franja del 50% cinco casos: Santa Fe (dos turnos), Ciudad de Buenos Aires, Salta, Chaco y Misiones. Dos terminaron en los 60 puntos (San Luis, Jujuy). Y otras dos provincias estuvieron por encima de los 70, aunque con leves bajas respecto de votaciones anteriores: Formosa, según el anuncio oficial, y Corrientes, donde fueron elegidos gobernador e intendentes, algo que suele provocar más interés que las competencias por legisladores locales.

Si crece la inasistencia también en la elección bonaerense, sería una mala señal para todos y sobre todo, para el Gobierno, porque Milei llegó al Gobierno parado sobre el descrédito político, especialmente después del desgaste enorme producido por la gestión de Alberto Fernández y CFK. Esa línea fue dañada por el caso Spagnuolo. Tuvo enorme repercusión y las encuestas que preguntaron sobre el tema registraron natural rechazo y específico señalamiento del oficialismo. De todos modos, difícil saber cómo puede impactar en votos.

Por lo pronto, el Gobierno tiene desafíos y demandas de respuestas prácticamente inmediatas, pasada la elección bonaerense. Y en ese terreno sobresale el Congreso, por su propia composición y como reflejo de la relación más amplia con los gobernadores. También pesan cuestiones prácticas como el veto a la ley diseñada para asistir al Garrahan -con plazo que vence la semana próxima- o la definición sobre el camino elegido para enfrentar el rechazo de las dos Cámaras del Congreso al veto de la ley de emergencia en discapacidad.

Esas votaciones adversas para el Gobierno pusieron a la vista de todos los problemas serios del oficialismo para negociar acuerdos. No se trata sólo de impericia de operadores violetas, sino de un modo de entender y ejercer el poder. Precisamente, esa intención hegemónica quebró puentes con dialoguistas y sostuvo las movidas para subordinar a posibles aliados, con previsible malestar entre gobernadores.

Dos casos lo ilustran en la semana que termina. Una señal potente fue emitida por el Senado: el rechazo al veto de la ley sobre discapacidad marcó 63 apoyos en el tablero -muy por encima de los dos tercios- y LLA quedó en soledad con 6 votos (5 propios, un aliado y una socia bullrichista). Unos días antes, la elección de gobernador en Corrientes exhibió el costo de dinamitar un acuerdo que parecía cerrado con el oficialismo local. Se impuso el frente encabezado por el gobernador Gustavo Valdés y el candidato violeta quedó cuarto.

Ese es un desafío directo para Milei. El lunes, con el mensaje de la elección bonaerense, arranca el último tramo del denso camino a octubre.

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