TMAP: la campaña del odio, relanzada

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El sábado por la noche tuve el gusto de participar en la Feria del Libro junto con Diego Sehinkman en la presentación del libro El Monje, cuyos autores son Maia Jastreblansky y Manuel Jove. Es un trabajo entre biográfico y ensayístico sobre la historia y el lugar que ocupa dentro del gobierno Santiago Caputo, el mago del Kremlin.

Es un texto interesante porque, detrás de la figura de Caputo, aparece como telón de fondo la formación de La Libertad Avanza y cómo se fue gestando este oficialismo desde los comienzos. Hace un aporte trascendental: uno empieza a mirar la historia de la fuerza que conduce Javier Milei y advierte, como pasa muchas veces en este tipo de obras, que cosas que a uno le parecen descubrimientos actuales, en realidad tienen antecedentes bastante lejanos. Que muchas de las peculiaridades del presente, en realidad, están presentes desde mucho antes.

TMAP: la campaña del odio, relanzada. El editorial de Carlos Pagni en Odisea Argentina

El libro cuenta que en 2023, hace dos años, después del cierre de listas para las elecciones, aparecieron denuncias formuladas de quienes habían quedado afuera. Acusaban que en La Libertad Avanza (LLA), y sobre todo en provincia de Buenos Aires, existía la compra de candidaturas. Se trataba de una forma de recaudación, de financiamiento de la campaña. “Yo no pude estar porque no quise pagar”, aseguraban los que no formaron parte del reparto.

Esto produjo cierta conmoción en el equipo de campaña de Milei. Se discutió entonces qué hacer, y ahí hubo una intervención de Santiago Caputo, que propuso: “Lo que tenemos que hacer es salir con un mensaje muy agresivo”. Como si se tratase del guionista de Milei, escribió un tuit insultante para todos los que, en aquel momento, eran los rivales del actual Presidente. Empezó por Larreta y siguió con Santilli, que hoy es un aliado de Milei, ya prácticamente dentro de las fuerzas del cielo. En esa publicación hizo una gran descripción de lo que se llamaba “la casta”. Era una invitación a la agresividad, una inspiración a la furia, al resentimiento, en un momento en que todas las encuestas detectaban que la sociedad, o buena parte de ella, estaba en un estado terminal de frustración, de desasosiego o de pérdida de sentido de futuro.

¿Cómo hacemos para zafar del ataque? ¿Cómo hacemos para salir de la encerrona? ¿Cómo hacemos para neutralizar estas denuncias de presunta corrupción? Atacamos. Movilizamos la furia, la ira, la bronca, el resentimiento contra aquellos a los cuales la gente les atribuye sus pesares: contra la casta.

Santiago Caputo y Javier Milei

En estos días parece pasar algo parecido. Es evidente que hay un método. Que lo que parecen estallidos de furia son episodios minuciosamente administrados. Hoy estamos en el comienzo de la campaña. De hecho, el domingo 18 de mayo es la elección porteña, una especie de reducción a escala de la elección general por los dramas que se juegan en esos comicios.

Existe un problema. Hay una caída en la confianza pública del Gobierno que algunos encuestadores, como por ejemplo la encuestadora AtlasIntel —que es brasileña y no está mezclada con los intereses locales— dicen que desde febrero hasta ahora la imagen del presidente cayó un 10%. Otras encuestas hablan de un 12%.

Hay una escena parecida a esa que describen Jastreblansky y Jové en 2023, y pareciera que la salida del Gobierno es la misma: alimentemos a nuestras bases con un mensaje de odio. Ahora, no contra la casta. Porque la casta, en alguna medida ganó la batalla frente a Milei. Ganó el día que postularon a Ariel Lijo para la Corte, el día que tienen a Santilli y Ritondo armando la provincia de Buenos Aires, el día que pusieron a Gerardo Werthein como canciller. Eso es casta.

Ahora el enemigo es otro: el enemigo son los periodistas. Y aparece un mensaje de la cuenta Milei emperador, que Jastreblansky y Jove afirman que es de Caputo, que se lee: “No odiamos lo suficiente a los periodistas”. Ese eslogan, muy inteligentemente analizado ayer en LA NACION por Martín Rodríguez Yebra en una nota muy recomendable, Milei lo repite, se hace cargo de él.

El primer dato es la palabra “odio”, que aparece por primera vez de manera explícita. Ya no son mensajes agresivos: es una convocatoria a odiar. A odiar lo suficiente. Una de las preguntas que uno podría plantearse es: una vez que odiamos lo suficiente, ¿qué sigue al odio? ¿Qué le hacemos a aquellos a los que ya odiamos lo suficiente?

Javier Milei, hace un gesto mientras habla durante la inauguración de la 143ª sesión ordinaria del Congreso en el Congreso Nacional

Otro punto importante: no se trata de odiar a alguien con nombre y apellido, a alguien que hizo algo malo, a alguien que merece, si no el odio, al menos el repudio. Es odiar a una profesión. Es como convocar a odiar a todos los miembros de una religión, o a todos aquellos que tienen determinado color de piel. Aquel que sea periodista —sea buen periodista, mal periodista, ensobrado o no ensobrado— merece odio por el trabajo que ejerce, no por su conducta. “Y… si no querés que te odien, dejá de ser periodista. Tendrás que cambiar de oficio, porque al que es periodista lo odiamos”, piensan. Habrá que ver qué sigue después de los periodistas. Cuando ya se los haya odiado lo suficiente, a lo mejor empezamos a odiar a los buzos tácticos.

Este es un fenómeno minuciosamente programado, estudiado y ejecutado en el exterior desde hace varios años. Y para entenderlo hay que ir a otro libro: Los ingenieros del caos, de Giuliano Da Empoli. Da Empoli, que estuvo en Buenos Aires el año pasado, se hizo más famoso por otro libro: El mago del Kremlin. Describe justamente al que sería el modelo de Santiago Caputo, que trabaja para —o trabajaba, porque fue liquidado— por Vladimir Putin, su jefe, luego de convertirse en víctima de su odio.

Giuliano Da Empoli

En Ingenieros del caos, hace una descripción maravillosa de la historia de varios movimientos populistas de izquierda y de derecha que van configurando una nueva forma de hacer política, que es, aparentemente, la forma más exitosa hoy en Occidente.

Los ingenieros del caos, de Giuliano Da Empoli

La primera premisa de esta nueva política es identificada por Da Empoli en su propio país a través de Cinco Estrellas (Cinque Stelle), un movimiento populista de centroizquierda llevado adelante por Beppe Grillo, un cómico outsider que hablaba contra la casta. Allí se ve, como ocurre hoy, que la materia prima de la política es la frustración.

Hay un autor alemán al que cita Da Empoli, Peter Sloterdijk, que ha escrito mucho sobre política, psicología, psicoanálisis, y tiene un texto específico sobre el problema del odio en la política y en la sociedad. Sloterdijk dice algo así como que las viejas instituciones —las iglesias, los sindicatos, los partidos políticos— servían para disciplinar, ordenar, racionalizar la bronca de la gente, el espíritu reivindicativo, el conflicto. Lo disciplinaban, lo encauzaban. Hoy, todas esas estructuras se fueron deteriorando, pulverizando, disolviendo. La función del político —y la función del asesor, del guionista que está detrás del político, del “ingeniero del caos”— es movilizar el odio, dirigirlo, excitarlo. Sloterdijk plantea la idea de que el odio, la animadversión, el rechazo a algo, es mucho más movilizante en la política actual que la adhesión a algo, que un programa, que una idea a seguir. Esta manipulación de sentimientos y la aparición de un nuevo tipo de motivación política está ligada a una gran revolución que se dio en el mundo de la democracia y la política: la aparición de internet.

La democracia es un sistema de gobierno en cuyo centro hay un fenómeno: la comunicación. No hay democracia sin intercambio de mensajes. Por lo tanto, si hay mutaciones muy importantes en la comunicación, es probable que haya transformaciones muy importantes en la administración del poder.

Cuando apareció la televisión, un gran cientista político italiano, Giovanni Sartori, escribió Homo videns, sobre el cambio que introduce la televisión en la política. Actualmente, en el fondo, lo que estudia Da Empoli —igual que otros autores, como el francés Éric Sadin, muy recomendable— es el impacto de las redes sociales en la política. Ahí nos encontramos con que, en general, hay mucha gente frustrada, que encuentra allí una forma de ser, una identidad simulada detrás de un pseudónimo. Gente que vive vidas grises, pero que ahí se enfurece, que habla como si se dirigiera a una especie de ágora infinita, como si estuviera frente a un público numerosísimo. Pasa horas buscando un “like”, o más seguidores. A esa gente le habla quien manipula emociones.

¿Cómo? Planteando teorías conspirativas, incitando al odio, haciéndole sentir que hay un culpable con nombre y apellido, una figura personalizada: puede ser un grupo, pueden ser los periodistas, los políticos, los empresarios… los culpables de su frustración.

El Instituto Tecnológico de Massachusetts, en una investigación sobre redes sociales, detectó que un mensaje falso tiene un 70% más de probabilidades de circular que uno verdadero. Lo falso atrae más, porque lo falso suele ser insólito, y lo insólito obviamente atrae más que lo convencional. Y detectaron otra cosa: un mensaje agresivo se reproduce seis veces más que uno moderado.

Estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts

Jastreblansky y Jove analizan este fenómeno de la relación entre Milei, su experimento político y este universo de redes sociales. La instalación de Milei en la vida pública argentina está directamente ligada a ese ecosistema: la recluta de teletubers, de blogueros, de tuiteros, que van ascendiendo en la estructura de La Libertad Avanza según el nivel de atractivo que tengan frente a los usuarios de esas redes. Y ese atractivo, normalmente, está ligado a determinada agresividad.

Ellos descubrieron un fenómeno de una cuenta muy exitosa del oficialismo que se llama “El Peluca Milei”, cuyo titular es Tomás Jurado. Notaron que tenía un atractivo enorme, en principio en YouTube, donde lo que exhibía, en general ligado a Milei, empezaba a tener millones de visualizaciones. Sus mensajes en general estaban ligados a la idea de agresividad: “Milei estalló” o “Milei enfureció”. Ahora dicen que hay que odiar. Es una secuencia pensada para organizar la bronca contra eso que Milei llama “la casta”, que tampoco es una idea o denominación nueva. Gabriele D’Annunzio, que fue el gran poeta del fascismo, ya hablaba de la casta en los años 20 del siglo pasado. Acá tenemos un libro de dos autores del Corriere della Sera: “La Casta: así los políticos italianos se transformaron en intocables y continuarán siéndolo”. Este libro es de 2007, ya va a tener casi 20 años, y fue un éxito fenomenal en Italia. Pero en la izquierda, en España, Pablo Iglesias, líder de Podemos, también habla de la casta.

“La Casta: así los políticos italianos se transformaron en intocables y continuarán siéndolo” fue publicado en 2007

Es decir, en la Argentina estamos incorporando una tecnología, una nomenclatura o una forma de entender la política que ya tiene mucha difusión internacional y que consiste en poner al poderoso en el lugar del débil. Los poderosos son los otros. Cristina Kirchner en alguna medida también intentaba ese truco, solo que ella no hablaba de la casta, sino de las corporaciones. El poder que maneja el Estado, el Poder Ejecutivo, los servicios de inteligencia o las fuerzas de seguridad es víctima de algo llamado “los poderes fácticos”. No es que esto sea enteramente falso, pero es un reduccionismo. Es tomar un aspecto de la realidad por todo.

La expresidenta Cristina Kirchner

Da Empoli estudia muchos casos: el italiano; el de Donald Trump en Estados Unidos; el de Víctor Orbán, que probablemente sea el más exitoso, en Hungría; lo que pasó con el Brexit. Son todos fenómenos de la misma naturaleza, que tienen la misma tecnología. Pero estudia muy bien el tema de Cinque Stelle. Beppe Grillo, que era el candidato, tenía un guionista, Gianroberto Casaleggio, que tenía un blog. Da Empoli cuenta lo siguiente: “La violencia de la invectiva del movimiento Cinco Estrellas contra las instituciones democráticas era apenas un reflejo de la violencia verbal con la que la maquinaria de Casaleggio seguía inundando el debate político por doquier. En Italia, periodistas y comentaristas pronto averiguarían, o se enterarían, de que el simple hecho de escribir un artículo sobre el movimiento Cinco Estrellas o Cinque Stelle los expondría automáticamente no ya a una oleada de críticas, como sería de esperar, sino más bien a una tormenta de insultos”. Entonces, la forma de refutar es el insulto, no el argumento, porque el insulto promueve la emoción, no la idea. “Desde finales de 2013 el blog de Cinque Stelle presentaba una sección dedicada al ‘periodista del día’, que por lo general se trataba de un reportero que hubiera criticado al movimiento. Se lo señalaba ante la masa de grillini —que eran los militantes dentro de la red o los seguidores del blog—, como ejemplo de mala fe y corrupción de los medios de comunicación italianos, y, ocasionalmente, se convertía en objeto de insultos y amenazas en la web”. Quiere decir que estamos hablando de un método con antecedentes en otros países.

Donald Trump, Jair Bolsonaro y Javier Milei

El guionista de Milei, Caputo, suele usar una sigla en sus mensajes: TMAP, que significa “todo marcha de acuerdo al plan”. Están relanzando una campaña electoral para ganar las elecciones de este año y lo hacen a partir del gran vector, del gran motor de la política según este grupo político: el odio, la agresividad. Esto ocurre en la idea de que ya el éxito político no se obtiene como antes, yendo hacia el centro o al promedio, sino con la radicalización. Esta es otra concepción muy interesante de esta nueva forma de tecnopopulismo tan ligada a la agresividad de las redes sociales, sobre todo de X. Hay que alimentar a una minoría radicalizada, que es la que los sigue en las redes. A ese grupo le están hablando, le dan argumentos todos los días, le plantean conspiraciones, le señalan gente para odiar, lo invitan a insultar. Y esa minoría radicalizada termina influyendo en la mayoría flexible, desentendida y dudosa. Es como un imperio del dogmatismo sobre la indiferencia. Y al final la minoría fanática termina ganando el juego, arrastrando a la otra mayoría gris.

Esta es la teoría que expuso abiertamente el mago del Kremlin de Trump, Steve Bannon, en una entrevista muy interesante que dio hace más o menos dos años a El Mercurio de Chile, cuando dijo que hay que dinamitar el centro y el consenso. Acá el eje es el conflicto, la radicalización y el fanatismo, y eso hay que promoverlo. Esa es la forma de conquistar el poder: manejando las redes que, como decía Casaleggio, la red, donde están los seguidores de Cinque Stelle, es un hormiguero. Los asesores de los políticos, los Santiago Caputo, conocen el movimiento de las hormigas y eventualmente las manipulan. Hay un pensamiento estratégico y un método, que se basa en un algoritmo matemático.

Santiago Caputo

Da Empoli dice al final de su libro que esto va a durar mucho tiempo. Que Bolsonaro, Trump —podemos agregar a Milei— pueden tener éxito o no, pero el fenómeno que ellos representan va a durar, porque la frustración lo va a durar, porque las razones por las cuales esa gente expresa su odio están ahí, operativas, y porque hay una violencia difusa en la ciudadanía que tiene que ver con distintos factores. Ni qué hablar en la Argentina del conurbano bonaerense o en la Argentina del conurbano rosarino. Ahí ya hay violencia explícita, ya no hay odio frente al encuestador del focus group. Esa es la violencia que se trata de canalizar y manipular: la emoción.

Todo esto ocurre en el comienzo de una campaña que empieza en la ciudad de Buenos Aires, donde habrá elecciones el 18 de mayo y hay varias peleas importantes. Una es por la formación de la Legislatura porteña, que es explícita. Es una elección rara porque Jorge Macri la adelantó, tal vez equivocándose. Pero por detrás de esa pelea hay una gran interna: la PASO por la jefatura de todo lo que va del centro a la derecha, la que los tiene como protagonistas a Javier Milei y Mauricio Macri, que van a estar los dos haciendo campaña en la ciudad de Buenos Aires, recorriendo los barrios, cada uno con su candidato. Milei con Manuel Adorni y Macri con Silvia Lospennato. Esta es la primera novedad importante de esta elección que nos habla de algo que va más allá de la ciudad de Buenos Aires y la presenta como una especie de reducción a escala de todo el país, de la política nacional.

Santoro, Adorni, Lospennato, Larreta y Marra

También hay otro fenómeno importante: ¿qué pasa con el peronismo en la ciudad de Buenos Aires? Porque aparece reciclado alrededor de Leandro Santoro, buscando otro lenguaje, y lo quiere manifestar a través de un candidato que viene del radicalismo, que le puede hablar a la sociedad porteña en términos que tal vez un peronista no sabe hacer. Esto es un experimento pensado por un dirigente al que hay que prestarle atención: Juan Manuel Olmos. Es él el estratega que está detrás de la candidatura de Santoro, que tiene una aspiración más allá de lo porteño. Porque, si a Santoro le va bien acá puede empezar otra historia y la primera interesada en mirar eso va a ser Cristina Kirchner. Según las encuestas, el PRO está básicamente tercero. En todas está Santoro primero y está Adorni segundo. Más atrás, Larreta, cuarto, con unos 10 a 12 puntos. Después están la UCR, la izquierda, con tres o cuatro puntos, y Marra, que es un desprendimiento de La Libertad Avanza, también en ese nivel.

Estamos viendo una gran dispersión y fragmentación, sobre todo de lo que era Juntos por el Cambio. Los Macri no quisieron mantener unidos Juntos por el Cambio, probablemente porque querían el liderazgo del PRO y desde ahí discutir con Milei. Para pelear el voto que les disputa el Presidente no servía tener a los radicales o a Carrió al lado. Está también Paula Oliveto de la Coalición Cívica, y Juan Manuel Abal Medina como una expresión disidente del peronismo.

Reunión del Pro. Salida del ex Presidente de la Nación Mauricio Macri.

Esta fragmentación parece haberse suspendido solamente en el cumpleaños de Daniel Angelici el viernes. Ahí estaban Martín Lousteau, los Macri, Darío Wasserman -que es el esposo de Pilar Ramírez, del corazón de Karina Milei-, Emiliano Yacobitti del radicalismo y Juan Manuel Olmos del peronismo. Estaban prácticamente todos, solo faltaba la Coalición Cívica, que es difícil que vaya a un cumpleaños de Angelici. Todo lo demás es agresividad sin argumento, probablemente, disputas de poder que no pueden anclar en un discurso público.

Se da algo muy interesante: la agresividad que va hacia afuera, el discurso del odio, parece tener alguna proyección también hacia adentro. El conflicto no es tan administrable y ahora tenemos uno entre Karina Milei y Santiago Caputo, como si el triángulo de poder empezara a aflojarse. Es una disputa importante porque es estratégica respecto de qué tiene que hacer La Libertad Avanza. Por un lado, Karina Milei, muy inspirada por sus colaboradores más directos, que son “Lule” Menem y Martín Menem, piensa a La Libertad Avanza como una fuerza que viene a ocupar todo el territorio nacional con candidatos en todos lados, protagónica. Candidatos desde Jujuy, donde va a haber elecciones el domingo que viene, y sobre todo en la provincia de Buenos Aires, donde hay una elección anticipada también. Aunque todavía no sabemos la fecha porque la Justicia alega no tener demasiada posibilidad de hacerla el 7 de septiembre como quiso Axel Kicillof. Por el otro lado está Caputo que plantea -probablemente teniendo razón- que para qué van a ir a 20 elecciones donde van a perder. Si en muchas provincias no tienen una estructura y una candidatura competitiva, igual que en muchas secciones de la provincia de Buenos Aires. Pero el problema no es perder o ganar. El razonamiento de Caputo es: yendo a esas elecciones, LLA se va a pelear con gobernadores peronistas y con dirigentes del PRO en la provincia de Buenos Aires, básicamente con Santilli, y con el entrañable “Pucho”, Cristian Ritondo. A ellos, a los gobernadores peronistas, no kirchneristas, y al PRO dialoguista, los necesitan para armar una mayoría en el Congreso, sin la cual no van a poder sacar las reformas que le permitan a este plan económico bajar los costos para que la economía se reanime. Entonces, no sirve de nada consolidar una identidad de La Libertad Avanza aislada si después eso les va a impedir gobernar. Ese es el razonamiento, bastante correcto, de Santiago Caputo contra Karina Milei.

Karina Milei y Santiago Caputo

La provincia de Buenos Aires tiene otra pelea: Kicillof contra Cristina Kirchner, que está sometida a una discusión sobre el proyecto de ficha limpia. Si saliera el proyecto en el Senado, sería agresivo para ella. El problema es que, por un lado, aunque salga, seguramente eso se va a judicializar, y por el otro, Cristina no va a ser candidata nacional, sino a diputada en la tercera sección electoral bonaerense, donde no rige la idea de ficha limpia. Es decir, que si hay que sacar a Cristina de la carrera, hay que esperar a que la Corte se pronuncie sobre el fallo de la Cámara de Casación por la corrupción de la obra pública de Santa Cruz, que Cristina tiene en queja en la Corte.

Ahí se abrió una polémica: Ricardo Lorenzetti le dijo a Luis Novaresio hace cuatro días que los jueces tienen que resolver ese tema rápido en la Corte, antes de las elecciones. Cristina acusa que la quieren proscribir. Además Anabel Fernández Sagasti ya había dicho en el Senado que la estaban extorsionando a la expresidenta para que vote a favor del juez Lijo en el Senado, si no quiere que le bajen el martillo a su candidatura en la Corte.

Hoy Cristina Kirchner pidió la recusación a Lorenzetti y se abrió toda una discusión. Hay que tratar ahora la recusación. ¿Lorenzetti se va a votar a sí mismo? Es interesante la pregunta, porque él criticó a Horacio Rosatti por haberse votado a sí mismo como presidente de la Corte. ¿Va a caer en ese pecado? Si Lorenzetti no se juzga a sí mismo y se abstiene, hay que llamar a conjueces y ya empieza una película que se puede volver más larga si los otros encausados en ese caso también recusan a Lorenzetti. Esto quiere decir que Lorenzetti parece haber trabajado para la señora de Kirchner, para que esto se postergue y vaya para después de las elecciones. Lo más probable es que entonces pueda ser candidata y que tengamos un segundo duelo importante en la provincia de Buenos Aires con el enojo de Kicillof con Cristina. Todavía no hay un argumento racional para eso, más allá de cuestiones personales.

Fragmentación, enemistad e incomunicación en la cúpula, y una convocatoria del oficialismo a movilizar como lo vienen haciendo, según nos dicen Jastreblansky y Jove, desde por lo menos 2023, como forma de hacer política en un método que parece muy impulsivo y emocional, pero que está fríamente calculado, porque Todo Marcha de Acuerdo al Plan.

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